Cada vez que pasaba por la oficina, mis ojos se me iban al culazo argentino de mi compañera. Sabía que ella siempre vestía con pantalones ajustados para llamar la atención y sin duda, lograba hacerlo cada vez que pasaba a mi lado. Una mañana empezamos a charlar y me invitó a su piso, donde me esperó en la cama haciendo twerking y meneando sus nalgas. Me puso muy cachondo y acabé empotrándola a cuatro patas, gozando de su trasero mientras ella gemía toda la noche.