Puede que ya no seamos unos veinteañeros, pero las ganas de sexo aun siguen intactas tanto para mi marido como para mi. Cuando llegó del curro estaba algo cansado, pero recuperó las fuerzas suficientes como para echar juntos una buena follada en el sofá. Me quité la ropa y me abrí de piernas, dejando que penetrase mi chochito sin descanso, gimiendo sin parar y deseando a que acabase ese polvete echándome toda su lefa encima.